Por esto, es importante darle a tu hijo una bienvenida cálida. Desde que nazca, pídele al médico que lo coloque sobre tu pecho. Para él será muy reconfortante; oler tu cupero y sentir el contacto de tu piel le dará una gran tranquilidad, casi como en el útero.
Las sensaciones que experimenta el niño al nacer son inquietantes: sonidos, presión atmosférica, hambre, frío, luces... Así que es normal que se sienta fatigado, situación que puedes aliviarle si le ofreces un entorno parecido al que tenía dentro del útero. Para ello sigue las siguientes instrucciones:
- Mécelo en tus brazos en momentos difíciles, como cuando le cueste dormirse o esté llorando. Hazlo recostándolo sobre tu hombro izquierdo, los latidos de tu corazón le calmarán porque le recuerdan a su vida intrauterina.
- Mantenlo contigo la mayor parte del tiempo. Se siente parte de ti y por eso lo que más le reconforta es tu cercanía, tu olor, tus gestos, tu calor...
- Aliméntale cuando te lo pida. En el útero, tu hijo era alimentado continuamente, así que la sensación de hambre le resulta desconocida y dolorosa. Aliméntale a las primeras señales de que quiere comer (inquietud, lloro constante...), así se alterará menos y te será más fácil darle la toma. No te agobies por si le toca o no: poco a poco irá adaptándose a un horario regular.
- Evita exponerle a luces fuertes, como la del flash. Sólo conoce la semioscuridad, así que las luces intensas le asustan. Por eso las salas de parto suelen estar provistos de luces tenues.
- Háblale mucho.Conoce tu voz (ya la oía en el útero) y escucharla le hace sentirse protegido.
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